UN GRAN CAMPEÓN

lunes, 1 de marzo de 2010

Y llegó el gran día. Tal vez el sueño de millones de niños en el mundo, de cientos en Colombia, ser boxeadores. Poco o nada importan las difíciles condiciones económicas, los días que perderá en el colegio, o las horas que pasará lejos de su familia. Es el gran día, por fin, a sus 10 años, el pequeño Ronald Polo Salgado tendrá una pelea oficial.

Con un poco menos de temor, ya que anoche hizo su debut como entrenador en la gran ciudad, pero igual con la ansiedad de obtener su primera victoria como entrenador, está Pedro Padilla. Ambos vienen de San Basilio de Palenque, ese enclave místico y libre en el centro de Bolívar, tierra de boxeadores, cultura y deliciosos caballitos, alegrías y enyucados.

Este momento se había fraguado hace apenas unos meses. A los padres del niño correlón y soñador que asistía religiosamente al colegio les llegó una propuesta: entrenar a su hijo como boxeador en el club Benkos Bioho, bautizado así en honor al libertador negro y fundador del pueblo. No lo dudaron, a la lista de grandes boxeadores palenqueros se podía añadir los apellidos Polo Salgado.

El dueño del ofrecimiento, un afamado ex boxeador del pueblo: Pedro Padilla “El demoledor”. Retirado del boxeo profesional hace 16 años, luego de perder una eliminatoria por título mundial en Bogotá, trabajó durante 13 años, hasta que sintió el llamado de su sangre de peleador. Fue entonces cuando realizó un curso de entrenador en la Liga de Boxeo bolivarense.

Allí estaban, frente a frente, Ronald y Pedro. Los compañeros, profesor y maestro desde hace seis meses, ambos con una meta inmediata, ser medallistas de oro en la Copa La Candelaria de boxeo pre infantil. Y con un sueño gigante, pero no imposible, ser campeones mundiales. Así lo dice Pedro: “yo quería y quiero ser campeón mundial, si no lo hice yo, tengo que hacerlo con estos niños”.

Poco importaba el rival. Una hora antes de la pelea, sólo existen ellos dos. El uno dándole consejos al otro, como un padre al hijo, y con un único objetivo: convencer a Ronald que sí se puede, que es bueno, o mejor aún, que él es el futuro campeón mundial, aquel que le ha de dar un título más de boxeo a este país que no ha sabido valorar y apoyar a su deporte más glorioso.

El pequeño Ronald, en su timidez natural de 10 años, denotaba algo de tranquilidad. Aún así, no estaban de más unas últimas consideraciones antes de subir al ring. “Nunca bajes la guardia; pendiente a la derecha; es más alto que tú, así que muévete bastante”. De seguro Pedro estaba tan nervioso como el niño, posiblemente recordaba cuando boxeó por primera vez en Cartagena, aquel glorioso día en el que venció al campeón nacional.

El momento decisivo había llegado, mientras pasaban sólo segundos para los espectadores, jueces y periodistas, para Ronald y Pedro eran momentos larguísimos, casi interminables. Luego de la campana inicial sólo existía una persona en el mundo de Ronald: Yorbis Pérez, un boquillero de también 10 años, pero con unos centímetros y algunas peleas más que él.

Precisamente eso marcaba la diferencia, la altura de Yorbis facilitaba su labor, y un atemorizado pero guapo Ronald intentaba bloquear los sucesivos ataques del boquillero, tirando de vez en cuando una derecha para detener el ímpetu del cartagenero. Debajo del encordado, a tan solo unos centímetros, Pedro miraba abstraído el combate.

Han de pasar muchas cosas por su mente, pero de seguro quería subir allá y guiar los puños de Ronald al rostro enemigo. Ciertamente recordaba las calurosas mañanas en Palenque entrenando al chiquillo, o tal vez viajaba en el tiempo y revivía alguna de las peleas que ganó con todo en contra en Francia, o esa memorable contra un marroquí que le dio bastante, pero que al final ganó por decisión.

El segundo asalto no es diferente, Yorbis aprovechaba su experiencia y estatura para acorralar a Ronald, pero el chiquillo con gran valentía soportaba los embates y aún se atrevía a lanzar sus inferiores puños. Pedro permanecía petrificado, sólo un cambio en el cabezote que su usaba su pupilo lo sacó del letargo. “Sube la guardia, sube la guardia”, esas fueron las palabras que, esperaba Pedro, ayudaran a Ronald en el combate.

Para la tercera entrada las cosas no cambiaron en el encordado, pero la cara de Pedro dibujaba una sonrisa esperanzadora. Al final Ronald perdió, los jueces le dieron la victoria a Yorbis Pérez 9 – 4 sobre Ronald. Una experiencia más, pero Pedro estaba contento. Había visto condiciones en el muchacho. Con el cariño de un padre y la rudeza de un boxeador, tomó a Ronald, y levantándole los brazos se limitó a decir: aquí, va a haber un gran campeón.