Uribe: La evolución al caos político

martes, 27 de octubre de 2009

El panorama político en Colombia es desalentador. Un congreso acabado, un poder judicial que contrapone su jurisprudencia, partidos y movimientos políticos sin identidad y desprestigiados y, para derramar el vaso, un presidente que pretende derrumbar con los pies lo bueno que construyó con las manos. A Uribe Vélez y su poderosa maquinaria les ha dado por quedarse con el poder que han manejado por 8 años.

Desde que asumió en 2002, a Uribe lo ha caracterizado algo que muchos otros mandatarios envidian: popularidad. El desprestigio de la actividad política y la baja reputación de los tradicionales partidos jugaron a favor de Uribe, ¿cómo?, muy simple: los colombianos estábamos hartos de los inútiles, de aquellos gobiernos ineficientes y corruptos que no le habían aportado nada al país.

Pasó lo contrario con Uribe. Utilizó la coyuntura perfecta, la de la guerrilla y los paramilitares fortalecidos, para ascender al poder, su lema: seguridad, la tan anhelada paz. Aunque no acabó con la guerrilla, en Colombia se empezó a sentir otro ambiente, la fuerza pública recuperó terrenos, el pueblo colombiano volvía a disfrutar de su territorio, de los extraordinarios paisajes y de la biodiversidad de la que somos dueños.

Esta sensación de cambio se arraigó profundamente en la opinión pública. Y como castigo a la ineficiencia de los predecesores reeligió a Uribe. Pero el fantasma de la politiquería y la corrupción no desaparecieron. Aunque se comprobaron fraudes en la transición del primer al segundo gobierno, léase Yidis-política y Para-política, esto no fue óbice para que la popularidad de Uribe siga estable.

Actualmente la Corte Constitucional analiza si el texto del referendo reeleccionista aprobado en el Congreso, que busca que Uribe sea presidente por tercera vez, se ajusta o no a la constitución Nacional. Las anomalías en el proceso, la historia de hace 4 años y las trampas que promueven las bancadas uribistas, hacen pensar que este país en 5 años estará desinstitucionalizado, y en una profunda crisis social. Para allá vamos.

LAS INSTITUCIONES
Un país como el colombiano consagra en su Constitución tres poderes fundamentales: Ejecutivo (representado en la figura presidencial), el Legislativo (Senado y Cámara, juntos forman el Congreso) y el Judicial (Las altas Cortes). Todas, en miras a un óptimo proceso, deben ser independientes. Esto en Colombia no está ocurriendo.

El Congreso de la actual Colombia es el más cuestionado de los últimos tiempos. Numerosos problemas como la yidispolítica, parapolíotica y farcpolítica entre otros, hacen que el pueblo sienta vergüenza por esa representación. Como si fuera poco, la independencia que se pregona en la carta magna existe: el Congreso de la República está del lado del ejecutivo, y se vive una fuerte polarización con las bancadas opositoras.

De los 8 partidos principales que componen el Congreso, 5 apoyan abiertamente las políticas gobiernistas y sólo 2 de los 3 restantes se han declarado como partidos de oposición (Liberales y Polo Democrático). Pero esto no ha de ser extraño en una buena democracia, lo que verdaderamente da grima, son las estrategias sucias que se emplean para perpetuar a Uribe en el poder.

En 2006 estalló un gran escándalo por dádivas a algunos congresistas, que se les otorgaron, para ayudar con su voto a la aprobación de un acto legislativo que permitiera la reelección inmediata. En esta ocasión, las cosas resultaron ser un poco más complicadas. Para un tercer período de Uribe se necesita de la aprobación directa del pueblo por medio de un mecanismo de consulta popular.

El proceso inició bien, se recogieron firmas y se presentó la iniciativa al Congreso. Allí empezaron los problemas. La redacción inicial del referendo no permitía que se reeligiera a Uribe inmediatamente, por lo que en el Congreso uribista se cambió, y aunque no alcanzó los votos para la aprobación, la bancada pro Uribe III la revivió en la conciliación, maniobra que fue ilegal.

Para alcanzar los votos en esta conciliación, el Congreso aprobó en julio 14 un acto legislativo que no merece un calificativo distinto a “Vergonzoso”. En un parágrafo transitorio aprobó una treta a la que disfrazaron con el nombre de “transfuguismo”: “Sin perjuicio de lo dispuesto por el artículo 134, autorízase, por una sola vez, a los miembros de los Cuerpos Colegiados de elección popular (…), para inscribirse en un partido distinto al que los avaló, sin renunciar a la curul o incurrir en doble militancia.

Esto fortaleció a la bancada uribista y se aprobó el texto del referendo. Como si esto no fuera poco para justificar que el Legislativo es un brazo del ejecutivo, hay una razón más. El ex ministro Juan Camilo Restrepo escribió en Portafolio que no estamos frente a un referendo, sino ante un plebiscito. El referendo suele ser sobre las personas y los referendos son sobre un tema particular. Y en Colombia no están permitidos los plebiscitos.

Pero el daño a las instituciones no sólo se da en la rama legislativa. Recientemente el país y el mundo han sido testigos de un choque entre el poder ejecutivo y el judicial. La Corte Suprema de Justicia y el Presidente hacen, cada uno a su manera, lo que esté al alcance para fastidiar al otro, increíble, pero cierto.

La Corte Suprema ha llegado al extremo de cambiar su jurisprudencia, recientemente dictaminó que los congresistas que habían violado la ley, en su mayoría uribistas, no pueden renunciar a su cargo para ser juzgados por la justicia ordinaria. Esto va en contravía de lo que la misma Corte había dicho hace dos años. Todo como producto del enfrentamiento con el gobierno.

Otro episodio bochornoso y que fortalece mi tesis sobre el desorden en las instituciones, es el de la terna para escoger el Fiscal General de la Nación. La Corte Suprema la devolvió al presidente argumentando que ninguno de los candidatos era especialista en derecho penal. Revisando la constitución encontramos la contradicción: éste no es un requisito para ser Fiscal . Los analistas consideran que es una maniobra de la Corte para sabotear la intención del presidente.

Si el presidente continúa con el ánimo de permanecer en el poder, el desorden en las Cortes y el Congreso se profundizará. La uribización del Congreso, junto con la polarización en las grandes Cortes hará de la institucionalidad de este país un asunto del pasado, el grado de tensión en un Uribe III será extremo y facilitará el resurgir de una dictadura o tiranía.

EL AS BAJO LA MANGA: ESTADO DE OPINIÓN
Con todo y los problemas que se les han presentado, hay que reconocer que los uribistas están llevando las cosas dentro de un proceso legítimo, aunque viciado, pero al fin y al cabo, legítimo. Pero seguir acogidos al proceso legal de manera casi segura, caerán derrotados. No hay tiempo para hacer el plebiscito disfrazado de referendo.

La banda de Uribe seguramente continuará con la toma del Congreso, gracias a la infame reforma política. Tal vez inscriban al presidente como candidato en una consulta interpartidista, evitando la fecha límite del 12 de marzo de 2010. Y posiblemente logren disminuir el censo electoral en el Congreso, para que el referendo necesite menos votos para pasar. Pero si algo no funciona, hay un as bajo la manga de Uribe II: El Estado de opinión .

Para el presidente Uribe, el Estado de Opinión es una fase superior del Estado Social de Derecho, dónde el pensar y el sentir de la población son los que tienen la palabra . Algo que sin duda suena muy atractivo, pero que se cae por su propio peso. Jorge Botero, en su artículo Estado de Opinión y democracia lo explica muy bien:”la movilización permanente de la opinión pública, en especial del “Pueblo”, que es noción de singular vaguedad; en realidad, no hay uno sino muchos pueblos”.

En una Nación coexisten muchos pensares, intereses y paradigmas. La política existe como una solución a la multiplicidad, es decir, gracias a la política se pueden ver representados en el poder, los intereses de un gran número de personas. Esto no quiere decir, que las incumbas de la mayoría, siempre correspondan a lo que se debe hacer.

Los líderes políticos están allí para concertar esos intereses, ya que insisto, no todos son iguales; es un asunto de lógica y de sentido común. Empezar a favorecer a la mayoría, sería dejar en el olvido una minoría que también cuenta como nación y que por principios democráticos debe escuchársele y hacérsele partícipe del devenir de la República.

Imaginen entonces un país donde se hiciera la voz de la mayoría. Pronto estaríamos en un caos social tan grande, que sólo una gran guerra o una mano fuerte y tirana pudieran imponer orden. Es por esto que llamo al Estado de Opinión, el as bajo la manga, es sólo eso, una carta que sólo puede Uribe utilizar una vez.

En realidad es bastante peligroso el jueguito del Estado de Opinión, Uribe debe saberlo. Si llegase a quedarse en el poder enarbolando esa bandera, sólo sería para eso, para quedarse. Jamás la maquinaria uribista va a permitir que la mayoría decida el rumbo del país, es demasiado absurdo para siquiera considerarlo, el Estado de Opinión, no es más que una triquiñuela para asegurarse 4 años, o quién sabe cuántos más.

De todas maneras, el sólo hecho de lanzar esa expresión: Estado de Opinión, declara que las instituciones, el orden social y las normas pasan por una grave crisis, que sin duda, si irá agravando. Con un tercer período a la vista Colombia empieza a recorrer un camino desconocido en su historia política reciente . El tan criticado caudillismo Chavista está siendo emulado en Colombia.

En cinco años, el panorama político de Colombia estará lejos de ser democrático. Las instituciones, si es que todavía existen, estarán concentradas en un mismo poder. La sociedad lamentará haber creído en pajaritos de colores al escuchar las bondades del Estado de Opinión, y verá con tristeza que su futuro estará en manos de unos cuántos por mucho tiempo más.

Soy costeño, pero también colombiano


Estoy mamao de las críticas sin fundamento al presidente Uribe, estoy mamao de que algunos uribistas le echen la culpa de todo lo que pasa a los periodistas, estoy mamao de la falta de seriedad de los gobernantes en Cartagena, estoy mamao del calentamiento global, de las peleas de las barras de fútbol, pero lo que más me tiene cansado son las críticas a mi afición por Atlético Nacional.

"Que tenemos que apoyar a lo de nuestra tierra", "que soy un cachaco negro", "que soy un esclavo vendido", y un sin fin de comentarios estúpidos y sin fundamento de ninguna clase. Si la costa fuera un país independiente del interior hasta razón les diera, pero me parece un completo absurdo que nosotros mismos, "orgullosos colombianos" nos destrocemos entre sí por un tonto argumento regionalista.

Estoy harto de repetirlo: todos somos Colombia, pero en la entraña de muchos costeños vive una aversión al cachaco, al paisa; es absurdo tener que escuchar a un paisa decir que ellos son lo "mejor" del país, a un cachaco cansarse de repetir que los costeños somos flojos y parranderos. Es una rivalidad sin sentido, producto quizá de la incapacidad de muchos de reconocer lo mejor a su prójimo.

Con ese triste argumento neonazi, en el deporte se destrozan unos a otros. ¿Por qué un llamero no puede ser hincha del Junior?, ¿O un paisa hincha del Santa Fe?, es cierto que todos tenemos nuestros gustos y que a veces una región, un personaje o un equipo simplemente nos despierta escozor, pero, ¡por el amor de Dios!, no tratemos de manifestar nuestra aversión respaldándonos en el "sentir" de una región.

Todos somos colombianos, todos somos capaces, todos podemos querer y valorar lo de todos. Sí, apoyo al presidente, no por creerme paisa, sino porque creo que ha hecho cosas buenas por el país. Sí, soy hincha de Nacional, y no por ser un esclavo vendido, sino porque se me metió en el corazón antes que Junior o América.

Me duele la rivalidad, tal vez en algún momento la he alimentado, pero en el fondo soy colombiano y qué bueno que América, Millonarios, Santa Fe, Junior, La Equidad o Real Cartagena algún día dejen el nombre de nuestro país en alto.